Los instintos
Mi madre tiene muy buen instinto. Para saber cuando algo va mal. Cuando alguien no le parece claro. Cuando algo no encaja. Frunce el ceño y dice "bueno..."... un bueno entre irónico y descreido, mientras mueve la mano como si echase al gato del sofá...
Dice que todo tiene que ver con una abuela que tenía que era bruja. Bruja de las de verdad... de las que hacían conjuros, quitaban el mal de ojo, pasaban el agua... en fin..
Dice, mi madre, que yo también lo tengo. Que enseguida "huelo" cuando hay algo turbio, extraño... algo de lo que desconfiar. Siempre he pensado que era una tontería, que tenía que ver con que soy una persona observadora, que se fija en todo, que recuerda todo... que conozco la ropa que llevan mis compañeros, sus ticks, me fijo en las miradas que cruzan la redacción... si uno observa, no hay casi secretos...
Durante mucho tiempo rechacé esas sensaciones extrañas de desconfianza, como una especie de orden que mi cerebro enviaba para que estuviese alerta en determinadas situaciones... sobre todo cuando eran sepultadas por argumentos y más argumentos, explicaciones complejísimas y retorcidas, razonamientos poco comunes pero defendidos con gran seguridad...
El razonamiento es lógico. La desconfianza no es justificada. Luego el instinto está equivocado...
Pero, al final, yo que hasta que no meto los dedos en la llaga no creo... no he tenido más remedio que reconocer que mi instinto no se equivocaba, que debí confiar más en él que en mi pobre razocinio... que si la razón me decía no desconfíes y el instinto aquí huele mal, debí hacer caso al nudo en el estómago...
Para tranquilizarme pienso... que lo que yo llamaba razón era, en realidad, una especie de autoengaño encubierto (aunque la realidad es que no lo pienso... solo creí que la razón tenía razón)... y que el instinto era una especie de sabiduría básica, primaria, que siempre funciona por debajo de la razón cultural y compleja y que me advertía... como cuando ves un perro con espuma en la boca y se disparan las alarmas de peligro en tu cabeza...
Sea lo que sea... a veces, hay que fiarse de los instintos porque, en el fondo, todo es más sencillo de cómo lo pintamos y lo maquillamos (la mayor parte de las veces paara justificarnos), todo es mucho más primario... y de cosas primarias entiende mejor el instinto que la razón.
Dice que todo tiene que ver con una abuela que tenía que era bruja. Bruja de las de verdad... de las que hacían conjuros, quitaban el mal de ojo, pasaban el agua... en fin..
Dice, mi madre, que yo también lo tengo. Que enseguida "huelo" cuando hay algo turbio, extraño... algo de lo que desconfiar. Siempre he pensado que era una tontería, que tenía que ver con que soy una persona observadora, que se fija en todo, que recuerda todo... que conozco la ropa que llevan mis compañeros, sus ticks, me fijo en las miradas que cruzan la redacción... si uno observa, no hay casi secretos...
Durante mucho tiempo rechacé esas sensaciones extrañas de desconfianza, como una especie de orden que mi cerebro enviaba para que estuviese alerta en determinadas situaciones... sobre todo cuando eran sepultadas por argumentos y más argumentos, explicaciones complejísimas y retorcidas, razonamientos poco comunes pero defendidos con gran seguridad...
El razonamiento es lógico. La desconfianza no es justificada. Luego el instinto está equivocado...
Pero, al final, yo que hasta que no meto los dedos en la llaga no creo... no he tenido más remedio que reconocer que mi instinto no se equivocaba, que debí confiar más en él que en mi pobre razocinio... que si la razón me decía no desconfíes y el instinto aquí huele mal, debí hacer caso al nudo en el estómago...
Para tranquilizarme pienso... que lo que yo llamaba razón era, en realidad, una especie de autoengaño encubierto (aunque la realidad es que no lo pienso... solo creí que la razón tenía razón)... y que el instinto era una especie de sabiduría básica, primaria, que siempre funciona por debajo de la razón cultural y compleja y que me advertía... como cuando ves un perro con espuma en la boca y se disparan las alarmas de peligro en tu cabeza...
Sea lo que sea... a veces, hay que fiarse de los instintos porque, en el fondo, todo es más sencillo de cómo lo pintamos y lo maquillamos (la mayor parte de las veces paara justificarnos), todo es mucho más primario... y de cosas primarias entiende mejor el instinto que la razón.