Ataques de soledad

El otro día hablábamos en una comida, un grupo de amigas, sobre la cantidad de gente sola que hay en una ciudad como Madrid y sobre cosas como la mujer que se murió mientras se echaba la siesta y no encontraron su cadáver (que estaba en el sofá de su casa) hasta seis años después porque, al no pagar la hipoteca, el banco se había quedado la casa y la había vendido a un nuevo inquilino (el descubridor del cuerpo).

En fin... la relación de la gente con la soledad es muy extraña. Hay quien no iría solo al cine ni aunque george clooney saliese al final de la película para besar a cada espectador... otros rechazan tres planes distintos porque lo que quieren es "estar solos en sus casas disfrutando de la soledad".

A mi me pasan cosas raras. Hay cosas para las que me gusta estar sóla, me encanta estar sola y, es más, la gente me molesta:
-me gusta ir de compras sola (cuando realmente compro cosas es cuando voy sin acompañante... organizo mi croquis de tiendas, me tomo el tiempo que quiero en cada una, no tengo que arrastrar a nadie a alguna que no le guste, ni ir a ninguna que no me interese, ni pasarme dos horas admirando las bondades de colgante mientras mi acompañante se prueba media producción textil china)...

-me gusta dar paseos sola.... porque pienso (ya sabeis, yo soy de las que pienso mejor cuando el fondo está en movimiento... también me vale ir en coche) me paro... y no necesito dar conversación cuando irremediablemente suelo quedarme insimismada y miles de ideas vienen a mi cabeza.

-me gusta ir a la piscina sola (muchas veces... no siempre)... disfruto porque yo en la piscina lo que hago es leer y, claro, si lees no puedes-quieres hablar. Me baño cuando quiero (es decir, cada cinco minuntos) me voy cuando quiero... mi cuerpo tiene un tiempo de achicharre que los españoles medios no entienden. La gente se enfada cuando digo: me tengo que ir... pero qué rollo eres, espera media horita ¿qué más te da?... pues me da que media hora puede ser la diferencia entre una vida muy larga y un cáncer de piel fulminante... y ¡déjame acabar el capítulo!


Sin embargo, como todos, sufro ataques de soledad. Momentos en los que necesitas gente a tu alrededor y, con tal de no estar sola en casa, te tiras a la calle y recorres mediaciudad en busca de un pelador de patatas. Cuando a la gente le dan ataques de soledad llaman a sus amigos y a unas cañas. Pero a mi, cuando me dan ataques de soledad, solo me apetece estar con aquella gente con la que realmente me siento en casa. Familia y el círculo más afectivamente pegado a este núcleo. Gente con la que puedes estar sin ser estupenda, divertida, genial y dejar de atender todas las normas cívicas y de educación. A veces esta gente no está disponible y no soy de las que les gusta molestar ni hacer que la gente cambie sus planes para socorrerla en sus ataques de soledad.

Entonces cocino. No se porqué. Supongo que porque mientras me concentro no pienso. Porque es algo que construyes, lo haces rápido, ves los resultados enseguida y te da mucho placer y felicidad instantánea. Este año, mis grandes hits han sido:
-bizcocho de chocolate.
-bizcocho de manzana.
-frixuelos
-picatostes (que son como torrijas de leche)
-arroz con leche
-tortos (de maíz)

Sí, repostería regional. ¡qué dirían mis cools-cherifs si supieran esto!