viernes, abril 22, 2005

Ya no tengo raiz

He ido a la pelu. Y no ha sido indoloro. Me han teñido de un color que no era y mientras esperaba a que el segundo tinte corroyese mi pelo vi a una monja con hábito blanco pasar a la cabina de depilación. No daba credito. En serio, pensé que los efluvios del amoniaco me habían transtornado definitivamente. Yo pensaba que las monjas no tenían pelo. De hecho, yo creía que Dios al llamarlas (ya sabéis, la famosa llamada de Dios) les quitaba directamente el pelo corporal así como para compensarlas por una vida de privaciones. Pero va a ser que no.

Al lavarme la cabeza me produjeron lesiones cervicales de tercer grado con ese intrumento de tortura palangana-forme que la peluqera clavó en mis costillas de un golpe seco. Ahora mi pelo parece un híbrido a medio camino entre Isabel Preisler y María Teresa Campos (alias la abuela roquera). Como todas las españolas, he pagado porque me hagan todo lo contrario de lo que he pedido y me hundan la autoestima para un par de días o incluso más porque al pasar la tarjeta la puta de la peluquera me ha espetado: "Ya solo te quedan dos meses para disfrutar del descuento para jóvenes"... como diciendo en realidad: "estas envejeciendo y te jodes porque con ese pelo que te hemos dejado solo te van a acercar los pijos de ICADE de 2o para abajo".

Así que estoy en mi casa... con el pelo como una tarta de bodas, la autoestima por los callos, las cervicales sonando cual mila ximenez cantando blues y con unos cuantos-bastantes yuros menos en el bolsillo. ¡Habrá que salir a la caza del inverve de ICADE!