miércoles, abril 13, 2005

Jugos Gástricos

Dentro de mi hay una gorda. Cuando tengo hambre soy peligrosa y cuando como, feliz. La comida me hace sentir mejor y los gordos de espíritu (o envase) me entenderán. Para los que comen como echan gasolina a un coche este post no tienen ningún interés.

El día-del-fin-del-mundo (lunes) estaba agotada y hambrienta de tanto llorar. Tenía el pelo hecho una mierda, los ojos como los de un sapo y, para mayor depresión, iba en chandal. Porque el chandal, amigos míos, alimenta y alienta la depresión... si uno empieza a sentirse mal debe huir de él, quemarlo, hacerlo girones en un sacrificio ritula... porque el chandal te come la energía. Al principio, tú no te das cuenta porque estás tan cómoda. Pero él es como un veneno sigiloso y cuando te quieres dar cuenta (es decir, cuando tu teclado está lleno de migas y te limpias con la manga porque te da pereza levantarte a por la servilleta) ya es demasiado tarde porque todo te da igual. En la sección de deportes del Corte de Ingles deberían poner un cartelino. "Peligro, el uso inadecuado de estos chandales (lease para otra cosa que no sea hacer deporte) puede causar depresión".

El caso es que dos horas ; un pollo asado; una ensalada de lechuga, tomate y cebolla; una ración de cabrales y dos botellas de sidra después era otra persona. Con fuerza para cagarme en la fucking trucking de esos descerebrados y para tirarme unos eruptos de esos que dejan rubio al de enfrente (lo siento: un mito ha caído. Las perris no estamos inmunizadas contra los efectos secundarios del cabrales).

Llegue a casa y me dormí como una santa... pero al despertar me di cuenta de que hay cosas que no se pueden arreglar con un poco de cabrales y una sidra. Son necesarios al menos, una fabada de la abuela (con picatostes); un filete de pollo rebozado y patatas fritas aderezadas con sal gorda y peregil de la madre-cazadora (ya se que parece un poco triste pero es que soy una vividora en casa de estudiantes, ahora reconvertidas en ejecutivas de éxito, excepto yo, claro); unas sardinitas de la cuesta de El Cholo (desde donde se ve el muelle de Gijón); una tortilla de patatas de casa Yoli (el lugar más cercano al cielo de Gijón); unas pastitas de chocolate de la Fe y todas las cervezazas de El Convento, Musaeum y Anticuario que mi barriga-perri soporte.

Asi que me marcho a Gijón en busca de la felicidad gastronómica... la única que nunca es un espejismo.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Jo, qué enumeración de papeo! Eso es calidad de vida y no lo de Madrid, aunque donde estén los callos...

6:42 p. m.  
Blogger Patricia said...

Y el cocidito, no te olvides del cocidito... que por allí arriba tendréis las fabes (ñam ñam), pero aquí tenemos el cocido, con su sopita caliente, sus garbancillos, su choricito y tocino...

Eso sí: como en Asturias he comido en muy pocos sitios.

Besos!

12:03 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Yo tiraría más por un arroz con bugre y/o fritos de pixín con un tilenus o similar y un gin tonic después del postre.

12:27 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Mago me apunto al arroz con bugre y al gin tonic... ay! que felicidad!

8:47 p. m.  

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