lunes, abril 04, 2005

FIN de semana

Todo empezó el viernes por la tarde. Salí a comprarme un traje para una entrevista que seguramente no pasaré. Como la so middle class que soy (como diría Vilallonga) me pateé todas las sucursales de inditex de la calle Princesa en busca de algo barato-como-con-estilo-pero-no-demasiado-formal que, por supuesto, no encontré. Así que capitulé ante la opción más socorrida y gris: algo negro y sencillo.

En el probador, bajo esa luz blanca que debería estar prohibida por la convención de Ginebra, me vi blancuzca, celulítica y con ojeras... mi malherida autoestima, temblorosa y asustada, decidió que era necesario acabar lo antes posible con esa tortura. Si al otro lado del espejo hubiese, como en las ruedas de reconocimiento que salen en CSI, un equipo de rugby integrado por ingenieros de 20 años no me sentiría peor, pensé. AY! Qué ingenua! Nunca me acuerdo de que siempre todo puede ser peor...

Cuando me quité los pantalones del traje, casi como si tuvieran pirañas incrustadas, y me encontré de nuevo involuntariamente frente al espejo... me di cuenta de que mi bragas tenían un agujero... ¡por Dios! ¿Puede haber algo más deprimente que descubrir en el probador de Zara que tu ropa interior está rota después de probarte un traje de vendedora de tupper wares del OPUS?...La respuesta es: NO. Después de ese shock todo el fin de semana fue cuesta abajo... He de decir que aún no me he recuperado del todo y que, a veces, cuando cierro los ojos me vienen flashes de esa horripilante imagen que me devolvía el espejo... Algo va mal, algo va mal, me repito mientras le doy vueltas al azucar en el café. ALGO VA MAL.

Si mi madre-cazadora se enterase me mataría. Ella que siempre tiene en la boca esa frase de: "Pero a dónde vas con esos calcetines llenos de tomates. Si te pasa algo ¿Qué?"... claro mamá, porque lo importante no es que me atropelle una máquina de limpieza del Ayuntamiento y después me rematen las cuchillas de un tractor (que pasaba por allí camino a una manifestación por la precariedad laboral en el mundo agrario). Lo importante es que cuando el médico me corte los pantalones con un tijera tan grande como mi brazo porque necesita contener las diez emorragias al mismo tiempo se dará cuenta, entre la sangre y las gasas, de que mis bragas- o calcetines- tienen un agujero. Ante tan extraordinaria visión se quedará impactado, se mareará y caerá al suelo sobre los girones de piel y varios litros de mi sangre. Evidentemente no podrá atenderme inconsciente, yo moriré y lo que es peor. ¡Tendrán que enterrarme con esas bragas!... mi madre tiene razón. Me dispongo a una limpieza de cajones.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Inquietante... Yo, de vez en cuando, hago limpieza de bragas viejas del cajón... pero siempre quedan algunas que resisten el embate... y permanecen, incólumes, aguantando el paso de los años. A eso se le une que las que consideraba como nuevas van envejeciendo progresivamente; y cuando un día voy tan contenta a ponerme esas braguitas negras semitransparentes estupendas para salir "por-si-surge-algo", descubro como por sorpresa que ya no son las que eran, que han perdido la licra y el esplendor. Y claro, la noche ya no podrá ser la misma.

Sobre la celulitis, la palidez y las ojeras mejor ni hablamos, porque si no acabaré tirándome por la ventana de la oficina (sexta planta; palmeras con pinchos y piscina de agua helada debajo).

Besos y ánimo. Siempre nos quedará montar una rebelión y destrozar las bombillas de todos los probadores de las tiendas para clase media. (Las tiendas para la clase alta las piso más bien poco...)

9:48 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Ayer, tras escribir este post y después de que el rubino mono me expulsase oficialmente de sus sueños eróticos (creo que solo Carmen de Mairena y yo estamos fuera)me gasté el dinero que no tengo en ropa interior "con licra y esplendor". Lo de cargarse las bombillas de los probadores me parece buena idea... hay cosas que es mejor no ver.

11:13 a. m.  

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